EL CASO ARQUITECTONICO
Pozo para albergar una escultura de Claudio Girola en homenaje a Ximena Amunategui. Ciudad Abierta
Como en casi todas las realizaciones de la Ciudad Abierta, hay para “El Pozo” un acto poético inicial que abre la posibilidad de la obra.
Esta vez se trata de la Escultura.
El escultor asume ese acto como origen, y apremiado por la emergencia que éste provoca, traza en la ladera de la quebrada una horadación y un rasgo.
Un obrero excava según las instrucciones del escultor, impartidas en el terreno mismo.
No hay planos, porque la única referencia o cálculo previo es el acto, el cual trae consigo lo inesperado que se revela “cada vez”. La obra forma parte de la tierra; y las cualidades del vacío ejecutado por el escultor se compromete con los altos paramentos verticales de tierra.
Así la obra estuvo terminada por primera vez.
Pero el propósito formal no coincide tanto con la capacidad formal del material, como para asegurar la permanencia de esa terminación. El terreno excesivamente blando en profundidad, y afecto al agua, no resistiría largo tiempo cortes verticales como los realizados.
De esta razón mínima, pero ineludible, surge el requerimiento de terminar la obra por segunda vez, para encontrar esa permanencia con la participación de arquitectos.
Dicho momento y dicha participación adquiere sentido al inscribirse como parte de la “phalène” que origina la obra, de modo que las obras de permanencia sólo serán tales, en la medida en que ellas exaltan (o “cantan bellamente”) lo que fue terminado por primera vez.
Este es el “caso arquitectónico” del “Pozo”.-
Observaciones:
· El “Pozo” puede verse también como un trabajo escultórico en bajo-relieve; el elemento culminante de ese relieve es la arista que dibuja la ruptura de la superficie con la hendidura.
De la posición y figura de esa arista depende la arquitectura de “lo abajo” y “lo arriba” del “Pozo”.
· A diferencia de la “obra natural” (primera terminación) la obra artificial define ineludiblemente y en todas sus partes, una voluntad de forma.
De aquí que, en el Pozo”, la construcción de la arista obliga a definir la arquitectura de la superficie. Solo así el “Pozo” cobra su relieve.
· Al penetrar en el “Pozo” hay una situación de abandono del “mundo Exterior” y sus figuraciones; la extensión y continuidad del suelo natural (superficie), esa situación de abandono es lo que “da lugar” al “Pozo”.
Pero ese lugar no se configura por el olvido del mundo exterior; muy por el contrario, surge en virtud de la relación de “lo abajo” del “Pozo” con el suelo (“lo abajo del mundo exterior”), y el cielo (“lo arriba del mundo exterior”) constituyendo así la penetración del término.
· La posición del “pozo” en la quebrada permite apreciarlo, primero, como hendidura del suelo, y luego, estar dentro sin descender por él. Es un interior al cual se accede sin puerta ni brocal, lo cual modifica en consecuencia, el modo de “estar ante” y de “estar dentro”.-
Hay en el “pozo” tres modos de estar ante>
Uno, (próximo) en que se asiste desde arriba a la total evidencia del interior vacío; una desnudez casi sin significado, a tal punto que no podría esperarse ningún descubrimiento al acceder.
Otro, (próximo) En que se está en un preámbulo del interior
Otro, (lejanía) En que el “pozo” debe adquirir su forma: el bajo-relieve.
Lo propio de estos tres modos encuentra su fundamento en el tamaño. En los dos primeros el ojo es incapaz de recoger la magnitud de la forma y capta, por lo tanto, una fracción.
· El dibujo del escultor, un cuadrado y una línea que se quiebra en un codo, induce al equívoco de un pasillo que conduce a una estancia; esto es, un momento de ir para un momento de estar. Sin embargo, ese permanente acceder del “pozo” no es solo ir para lograr un estar, sino que es una estancia en sí mismo.
Es un modo de estar en el ir. Por eso, un punto clave del estar dentro del “pozo” se da en el codo (“giro en derredor de lo yacente”) cuyo lugar debe adquirir cierta retención al pasar. Del intento de “construcción” de ese giro surgen determinaciones arquitectónicas de destrucción de la situación espacial de pasillo ( ) y de construcción del codo ( ).-
· Las cualidades del vacío ejecutado por el escultor se comprometen con la fragilidad de la tierra cortada en vertical. Esa fragilidad debe estar pues presente, aunque ello incluye un azar que escapa al cálculo. Para conciliar el azar de la forma de tierra con la verticalidad de la situación espacial, la estructura resistente endurece la arista (lo “arriba del pozo”) y deja libre el comportamiento en “lo abajo”. Según el azar, y especialmente con la lluvia, la tierra puede desmoronarse formando pequeñas cavernas ( ); pero siempre quedará asegurada la arista que da su configuración a la arquitectura de “lo arriba” y “lo abajo”. Por eso, tanto en el codo como en el vacío cúbico (los dos momentos culminantes del “estar dentro”) los muros son colgantes y dependen de la estabilidad de la superficie, la cual a su vez, toma pendientes que aseguran el alejamiento del agua.
Así la obra intenta dar cabida a la fragilidad.
Estar dentro:
El dibujo del escultor, un cuadrado y una línea que se quiebra en un codo, induce al equivoco de un pasillo que conduce a una estancia. Pero, el punto clave de ese “estar dentro” en el abandono, se da en el codo (“giro en derredor de lo yacente”), mientras se pasa de ida o de vuelta cuyo lugar debe adquirir cierta extensión.
Del intento de “construcción” del giro surgen:
1° determinaciones de “destrucción” del pasillo.
a) Construcción de los muros de pendiente recta cuyas aristas se imponen sobre la ladera natural. “lo abajo” del rasgo alcanza su mayor altura en el codo.
b) Lo sombrío alcanza su mayor intensidad (“densidad de lo yacente”) en oposición al cubo del vacío, luminoso.
c) Destrucción de la situación de rincón (muro de tierra rompe la continuidad |del paramento de ladrillo; arista vertical de hormigón, se opone al paramento de tierra).
Pozo para albergar una escultura de Claudio Girola en homenaje a Ximena Amunategui. Ciudad Abierta
Como en casi todas las realizaciones de la Ciudad Abierta, hay para “El Pozo” un acto poético inicial que abre la posibilidad de la obra.
Esta vez se trata de la Escultura.
El escultor asume ese acto como origen, y apremiado por la emergencia que éste provoca, traza en la ladera de la quebrada una horadación y un rasgo.
Un obrero excava según las instrucciones del escultor, impartidas en el terreno mismo.
No hay planos, porque la única referencia o cálculo previo es el acto, el cual trae consigo lo inesperado que se revela “cada vez”. La obra forma parte de la tierra; y las cualidades del vacío ejecutado por el escultor se compromete con los altos paramentos verticales de tierra.
Así la obra estuvo terminada por primera vez.
Pero el propósito formal no coincide tanto con la capacidad formal del material, como para asegurar la permanencia de esa terminación. El terreno excesivamente blando en profundidad, y afecto al agua, no resistiría largo tiempo cortes verticales como los realizados.
De esta razón mínima, pero ineludible, surge el requerimiento de terminar la obra por segunda vez, para encontrar esa permanencia con la participación de arquitectos.
Dicho momento y dicha participación adquiere sentido al inscribirse como parte de la “phalène” que origina la obra, de modo que las obras de permanencia sólo serán tales, en la medida en que ellas exaltan (o “cantan bellamente”) lo que fue terminado por primera vez.
Este es el “caso arquitectónico” del “Pozo”.-
Observaciones:
· El “Pozo” puede verse también como un trabajo escultórico en bajo-relieve; el elemento culminante de ese relieve es la arista que dibuja la ruptura de la superficie con la hendidura.
De la posición y figura de esa arista depende la arquitectura de “lo abajo” y “lo arriba” del “Pozo”.
· A diferencia de la “obra natural” (primera terminación) la obra artificial define ineludiblemente y en todas sus partes, una voluntad de forma.
De aquí que, en el Pozo”, la construcción de la arista obliga a definir la arquitectura de la superficie. Solo así el “Pozo” cobra su relieve.
· Al penetrar en el “Pozo” hay una situación de abandono del “mundo Exterior” y sus figuraciones; la extensión y continuidad del suelo natural (superficie), esa situación de abandono es lo que “da lugar” al “Pozo”.
Pero ese lugar no se configura por el olvido del mundo exterior; muy por el contrario, surge en virtud de la relación de “lo abajo” del “Pozo” con el suelo (“lo abajo del mundo exterior”), y el cielo (“lo arriba del mundo exterior”) constituyendo así la penetración del término.
· La posición del “pozo” en la quebrada permite apreciarlo, primero, como hendidura del suelo, y luego, estar dentro sin descender por él. Es un interior al cual se accede sin puerta ni brocal, lo cual modifica en consecuencia, el modo de “estar ante” y de “estar dentro”.-
Hay en el “pozo” tres modos de estar ante>
Uno, (próximo) en que se asiste desde arriba a la total evidencia del interior vacío; una desnudez casi sin significado, a tal punto que no podría esperarse ningún descubrimiento al acceder.
Otro, (próximo) En que se está en un preámbulo del interior
Otro, (lejanía) En que el “pozo” debe adquirir su forma: el bajo-relieve.
Lo propio de estos tres modos encuentra su fundamento en el tamaño. En los dos primeros el ojo es incapaz de recoger la magnitud de la forma y capta, por lo tanto, una fracción.
· El dibujo del escultor, un cuadrado y una línea que se quiebra en un codo, induce al equívoco de un pasillo que conduce a una estancia; esto es, un momento de ir para un momento de estar. Sin embargo, ese permanente acceder del “pozo” no es solo ir para lograr un estar, sino que es una estancia en sí mismo.
Es un modo de estar en el ir. Por eso, un punto clave del estar dentro del “pozo” se da en el codo (“giro en derredor de lo yacente”) cuyo lugar debe adquirir cierta retención al pasar. Del intento de “construcción” de ese giro surgen determinaciones arquitectónicas de destrucción de la situación espacial de pasillo ( ) y de construcción del codo ( ).-
· Las cualidades del vacío ejecutado por el escultor se comprometen con la fragilidad de la tierra cortada en vertical. Esa fragilidad debe estar pues presente, aunque ello incluye un azar que escapa al cálculo. Para conciliar el azar de la forma de tierra con la verticalidad de la situación espacial, la estructura resistente endurece la arista (lo “arriba del pozo”) y deja libre el comportamiento en “lo abajo”. Según el azar, y especialmente con la lluvia, la tierra puede desmoronarse formando pequeñas cavernas ( ); pero siempre quedará asegurada la arista que da su configuración a la arquitectura de “lo arriba” y “lo abajo”. Por eso, tanto en el codo como en el vacío cúbico (los dos momentos culminantes del “estar dentro”) los muros son colgantes y dependen de la estabilidad de la superficie, la cual a su vez, toma pendientes que aseguran el alejamiento del agua.
Así la obra intenta dar cabida a la fragilidad.
Estar dentro:
El dibujo del escultor, un cuadrado y una línea que se quiebra en un codo, induce al equivoco de un pasillo que conduce a una estancia. Pero, el punto clave de ese “estar dentro” en el abandono, se da en el codo (“giro en derredor de lo yacente”), mientras se pasa de ida o de vuelta cuyo lugar debe adquirir cierta extensión.
Del intento de “construcción” del giro surgen:
1° determinaciones de “destrucción” del pasillo.
a) Construcción de los muros de pendiente recta cuyas aristas se imponen sobre la ladera natural. “lo abajo” del rasgo alcanza su mayor altura en el codo.
b) Lo sombrío alcanza su mayor intensidad (“densidad de lo yacente”) en oposición al cubo del vacío, luminoso.
c) Destrucción de la situación de rincón (muro de tierra rompe la continuidad |del paramento de ladrillo; arista vertical de hormigón, se opone al paramento de tierra).